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Crítica de "El hijo del cazador", de héroe a verdugo

El cordobés Germán Scelso había sorprendido en 2012 con "La sensibilidad", documental que proponía una mirada diferente a la última dictadura argentina a través de un diálogo entre sus dos abuelas, de clases sociales e ideologías opuestas, madres de hijos desaparecidos (una tuvo la suerte de recuperarlo, la otra no). Ahora vuelve junto a Federico Robles con otro relato crudo: la del hijo de un represor que termina denunciándolo.

Crítica de "El hijo del cazador", de héroe a verdugo
miércoles 14 de noviembre de 2018

Luis Alberto Cayetano Quijano estaba siendo juzgado en 2012 por 158 privaciones ilegítimas de la libertad agravadas, 154 imposiciones de tormentos agravados, 98 homicidios calificados, 5 imposiciones de tormentos seguidas de muerte y la sustracción de un menor de 10 años durante la represión ilegal en Córdoba pero falleció el 2 de mayo de 2015 una casa donde cumplía prisión preventiva. Su hijo Luis Alberto Quijano había declarado en su contra. Quijano hijo hijo nació en 1961 en Las Palmas (Chaco) y su infancia fue un derrotero incierto detrás de los destinos militares de su padre. En 1964, Buenos Aires. En 1970, Escuadrón 18, Las Lomitas, Formosa. En 1971, Córdoba. Dos años después, Buenos Aires otra vez. En 1975, Córdoba era un hervidero y operaba el Comando Libertadores de América, una especie de Triple A cordobesa. Quijano pidió el pase ahí para combatir a la “subversión”. En 1976, después del Golpe de Estado, fue asignado al Destacamento de Inteligencia 141 del Ejército.

El hijo del cazador (2018) comienza con las imágenes de un noticiero cordobés que da cuenta de la noticia de que Quijano hijo declaraba en contra de Quijano padre en el juicio, segundos más tarde lo vemos declarar frente a la cámara, como si esta fuese un tribunal y narrar los hechos de los que fue participe cuando éste lo obligaba a destruir la documentación de los secuestros en el Destacamento de Inteligencia donde era segundo jefe, a escuchar grabaciones de sesiones de tortura, o a esperarlo armado por las noches a que volviera de los operativos cuando aún era un adolescente de 15 años.

A priori El hijo del cazador apunta a ser un documental de investigación sobre hijos de represores que rompen lazos filiales, ya de por si atractivo. Pero Federico Robles y Germán Scelso van mucho más allá de la cuestión y la investigación toma un sentido aún mayor cuando aparece el verdadero Luis Quijano hijo, el que empieza cómo héroe y termina como verdugo, un hombre que pese a sus intencionalidades no puede evitar su naturaleza reaccionaria y fascista para poner en evidencia una actitud revanchista.

Scelso, que en La sensibilidad había expuesto las visiones diferentes que sus dos abuelas tenían sobre la dictadura y sus hijos en un relato sin golpes bajos y fuera de todo lugar común, se une con Robles para volver trabajar sobre la temática a través de un relato donde la sutileza resulta primordial para que las caretas se caigan y mostrar como padre e hijo siguen unidos por una misma idea a pesar de renegar de ella. 

8.0
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