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Crítica de "Godzilla Minus One": la película japonesa ganadora del Oscar a los mejores efectos visuales
La película kaijū dirigida, escrita y con efectos visuales de Takashi Yamazaki, marca el hito número 37 en la larga franquicia de Godzilla, siendo la 33 producida por Toho y la quinta de la era Reiwa.
Las versiones niponas de Godzilla siempre han tenido una connotación diferente a las norteamericanas. Mientras que en Estados Unidos Godzilla es un personaje de cine catástrofe, en Japón es una referencia inevitable a la Segunda Guerra Mundial.
La acción comienza en 1945 cuando un piloto kamikaze aterriza en una isla aduciendo problemas mecánicos. Sin embargo, el avión no presenta ningún desperfecto y el piloto es considerado un desertor. Cargado de culpa por no cumplir con su deber hacia la patria, regresa a Tokyo y forma una familia con una mujer y una niña abandonadas.
Mientras tanto, Godzilla acecha la ciudad y sus habitantes se organizan para combatir a la criatura. "No podemos contar con el ejército japonés ni con el de Estados Unidos", expresan, en un claro mensaje bélico destinado a levantar la moral patriótica japonesa después de la Segunda Guerra Mundial.
La culpa por no sacrificarse por el país, la organización civil y la redención del individuo, son temas que giran en torno al dinosaurio mutante, que ha funcionado como una metáfora para el pueblo japonés durante 70 años (la película original de Ishiro Honda es de 1954). Es una manera de comprender, a través de la fantasía, los errores y las consecuencias trágicas de la guerra para Japón.
Los efectos digitales aportan un realismo arrollador a la trama, algo raramente visto en una película Kaiju. Godzilla Minus One (2023) es una gran película, concebida desde una narrativa clásica que define psicológicamente a cada personaje y a través de ellos, narra hazañas épicas y humanas.
Después de las olvidables versiones norteamericanas, es refrescante ver a Godzilla en su propia cultura y contexto, donde su paso destructor tiene una razón de ser.
