Crítica de “La matriarca”: Todo sobre mi madre con Charlotte Rampling

Hay toda una serie de películas basadas en el vínculo a restituir entre padre e hijo o madre e hija. Este tipo de relato presenta dos personajes de carácter opuesto, muchas veces con un contraste generacional, que forjan un vínculo en apariencia imposible, cuya fricción deriva en un gran aprendizaje para ambos.

Los opuestos son, por un lado, Sam (George Ferrier), un adolescente conflictuado por la reciente muerte de su madre que aún no ha podido superar. Su conducta suicida le ha traído problemas en el internado donde estudia, y regresa a la casa de su padre. Justo en ese momento, su intratable abuela Ruth (Charlotte Rampling), de carácter ingobernable, llega a vivir sus últimos días con ellos y, ante la ausencia de la enfermera, Sam debe cuidar de la anciana.

Esta relación destinada al conflicto empieza a encontrar su forma en los comportamientos extremos: Ruth no tiene nada que perder a sus 77 años, y el chico necesita expresar su rebeldía y hacer catarsis ante la ausencia de una figura materna. Uno se contagiará de la energía y actitud del otro en esta historia que apela a la emoción. Un clásico relato de sustitución en el que uno ocupa el rol faltante para el otro.

La matriarca (Juniper, 2021) no deja de ser una película previsible, que busca la emoción y avanza por los lugares comunes de este tipo de películas. Sin embargo, la enorme presencia de Charlotte Rampling llena la pantalla y justifica su visionado.