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Crítica de "La culpa de nada": Victoria Hladilo pone en jaque las relaciones humanas

Victoria Hladilo ofrece una película que, a través de su aguda observación y su habilidad para capturar las verdades incómodas de la vida, se establece como una obra profundamente humana.

lunes 01 de julio de 2024

La trama sigue a una pareja en crisis tras el nacimiento de su primera hija, con el conflicto central girando en torno a una fiesta de cumpleaños sorpresa organizada por la protagonista en un intento desesperado por salvar su relación.

La culpa de nada se desenvuelve principalmente durante la velada del cumpleaños, donde las circunstancias conspiran para complicar aún más la situación. Un partido de fútbol crucial que varios invitados no quieren perderse, la necesidad de mantener a Camila, la hija pequeña, dormida y la presencia de una extraña invitada italiana que los hombres conocieron en un reciente viaje a Córdoba, son solo algunos de los factores que tensan la noche al máximo. La espera se hace interminable y el agasajado, por razones misteriosas, se retrasa considerablemente, convirtiendo la casa en una guerra campal donde las apariencias de felicidad son mantenidas a duras penas.

Cada elemento de la velada está cuidadosamente diseñado para exponer las tensiones subyacentes en las relaciones de los personajes. El partido de fútbol simboliza las prioridades y el egoísmo de algunos invitados, mientras que la necesidad de no despertar a la niña representa la fragilidad de la paz doméstica. La invitada italiana añade un elemento de misterio y posible infidelidad, exacerbando las inseguridades y sospechas de la protagonista.

La tardanza del agasajado actúa como un catalizador para que las tensiones acumuladas se liberen, revelando las verdaderas personalidades y conflictos de cada personaje. Esta explosión emocional final es manejada con inteligencia por Hladilo, quien logra que el caos resultante sea tanto devastador como catártico.

Hladilo logra poner en jaque los géneros, examinando la pareja, la familia y la amistad a través de una lente que refleja las expectativas y frustraciones inherentes a cada uno de estos roles. La narrativa, aunque centrada en un evento singular, abre un abanico de emociones y conflictos internos que interpelan al espectador.

El elenco, liderado por Manuel Vignau y Julieta Petruchi, junto a la propia Victoria Hladilo, Julian Doregger, Debora Zanolli, Martín Tecchi y Leonardo Azamor, ofrece actuaciones sólidas que capturan la esencia de sus personajes: adultos inmaduros que lidian con la presión de roles sociales asumidos desde la infancia y que, muchas veces, se siguen sosteniendo a lo largo de la vida, se quiera o no.

La ambientación y la dirección de arte crean un escenario claustrofóbico que potencia la sensación de tensión y conflicto inminente. La cámara no rehúye de los primeros planos, permitiendo al espectador sentirse casi un invitado más en esta velada caótica y reveladora.

La culpa de nada es una exploración honesta y a veces brutal de la fragilidad de las relaciones humanas, donde la comedia se entrelaza naturalmente con el drama. La risa se convierte en un mecanismo de defensa ante la crudeza de la realidad que los personajes enfrentan. Al final, cuando la bomba emocional explota, nadie desea cargar con la culpa de nada, una poderosa metáfora que invita a reflexionar sobre las propias dinámicas interpersonales.

7.0
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