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Crítica de "Las oscuras primaveras": Deseo y tragedia, caras de la misma moneda

“Las oscuras primaveras” (2013), el segundo largometraje de ficción de Ernesto Contreras, viene a refrendar varias constantes estéticas y motivos narrativos que el cineasta había mostrado en su estupenda opera prima, “Párpados azules” (2007): personajes solitarios en ambientes urbanos proletarios; el sabor de amargura que se asoma entre la rutina y los deseos de alcanzar la felicidad; la fragilidad de las emociones humanas o la desolación del desamor.

domingo 30 de junio de 2024

Las oscuras primaveras es un film sobrio, de ritmo moroso pero de mucha intensidad y una conmovedora carga dramática. Narra el triángulo amoroso entre Igor (José María Yazpik), Flora (Cecilia Suárez) y Pina (Irene Azuela). Igor y Flora llevan un matrimonio convencional, casi monótono, más aun debido a que no pudieron tener hijos. Irene, divorciada y madre del pequeño Lorenzo (Hayden Meyenberg), es empleada en la misma oficina donde trabaja Igor. Ella sostiene con apuros a su hijo Lorenzo, a quien regaña con grado de neurosis a cada momento.  En la oficina, Igor y Pina empiezan a coquetear y comienzan un romance furtivo. Esto provoca que Igor considere dejar a su esposa y, sin decirle nada, un día le compra una fotocopiadora con sus ahorros, para darle un medio de sustento. Esto desata las suspicacias de Flora, pero también los titubeos de Igor y la ansiedad de Pina, hasta llevarlos a consecuencias insospechadas.

Contreras realiza una obra muy triste pero cinematográficamente impecable, al que casi no se le puede reprochar nada. Es muy sólido el guión de su hermano Carlos Contreras, con personajes que se sienten de carne y hueso, auténticos en sus acciones y diálogos, a partir de una estructura sin fisuras. El director sabe llevar bien a sus tres actores principales, pero también a los secundarios, como la siempre solvente Margarita Sainz o Hayden Meyenberg que hace un trabajo más que convincente, como un  niño deprimido, que acumula rencor contra su madre. Por su parte, la guapa Azuela podría parecer inapropiada como una oficinista de bajo nivel, pero esas dudas las hace olvidar en cuanto se muestra como una mujer acorralada, que no sabe desempeñarse como madre, se desespera, porque en realidad es una gran amante llena de fogosidad.

En otros departamentos, hay una fino trabajo de los directores de arte Bárbara Enríquez y Alejandro García, así como del fotógrafo Tonatiuh Martínez Valdez, que crean atmósferas sombrías, con una paleta de verdes y grises. Hay que notar el equilibro que logran en los espacios y en la composición de los planos, pues entre el caos y la vulgaridad de los departamentos o las locaciones urbanas (el metro Chabacano o ruinosas unidades habitacionales), se propone una dosis de sofisticamiento que le va bien y que se integra orgánicamente a una visión estética rigurosa y elegante.

Ernesto Contreras, también director del documental Seguir siendo: Café Tacvba, viene a confirmar con Las oscuras primaveras que tiene fibra de ser un director sensible y lúcido, capaz de sumergirse en entornos depresivos para encontrar pasiones humanas intensas y auténticas, así sea de los seres más humildes.

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